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Los Niños Japoneses. La Competencia Sin Límites

 

REFLEXIÓN
 
El sistema educativo de Japón es un reflejo de la estructura político-social organizada y jerarquizada de tal manera que todo ciudadano/a tiene el deber de contribuir a la mejora colectiva de país y dirigir hacia ella toda su dedicación durante toda su vida, desde que nace hasta que muere.  Para ello, los niños/as deben recibir un tipo de educación rígida y disciplinaria, basada en el respeto y la obediencia a través de reglas muy estrictas con el fin de integrarse en el grupo, y por lo tanto en la sociedad que tanto lo condiciona, sometiéndolo a presentarse a sí mismo como un modelo digno de admiración para el resto, debiendo explotar al máximo sus capacidades y habilidades, aun por encima de sus limitaciones con tal de ser un individuo apto para esta sociedad.
 
Desde muy pequeños, los niños/as japoneses deben aprender a estarse quietos, a no llorar, a no preguntar, deben además tener una capacidad de trabajo muy severa, esta es la manera de conseguir seres obedientes y sumisos que otorguen a la voluntad de su mandatario. Por otro lado, la metodología de su aprendizaje es sorprendente, caracterizada por el ritmo de trabajo acelerado para estimular su inteligencia y por el sentido de unidad grupal creando relaciones de poder y de competencia. 
En un sistema donde no se permite ser diferente, donde el género tiene un papel predominante y las particulares individuales no tienen cabida, se producen situaciones, en algunos casos de manera irreversible llegando al suicidio, en que los individuos, carentes de libertad individual, sufren marginación y exclusión social de manera que son apartados de todas las esferas de su entorno.  Dicha cuestión, se convierte en una de las principales causas de mortalidad juvenil.
 
Este tipo de educación pretende conseguir una sociedad hermética a los cambios y desconfiada hacia el éxito individual, donde las personas sean pasivas e inmunes ante el orden y la ley, que sacrifique su vida por la nación y entreguen su libertad al beneficio de la patria.
No resulta fácil tener a 127 millones de personas controladas y organizadas en un sistema que garantice el desarrollo tecnológico y económico que tiene este país, todo el engranaje que forma parte de la sociedad debe estar muy bien atado para que nada se escape de la intervención estatal, y así destacar en el mundo como una nación unida y fortificada y como una gran potencia económica.
 

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