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Adiós Barbiana ( Escuela de Milani)

REFLEXIÓN

 

La educación en Barbiana es radicalmente diferente y exclusiva al resto de muchos sistemas educativos. Don Milani, sacerdote prácticamente exiliado por su ideología y su metodología, creó una de las escuelas más importantes y me atrevería a decir, revolucionarias de la época. En un ambiente bastante empobrecido, sin desarrollo económico ni tecnológico, incomunicado del mundo y aislado de recursos sociales, esta persona posibilitó el aprendizaje de muchos chicos, en su mayoría del sexo masculino ( lo cual no considera la escuela como un lugar no sexista, pero en esto no entraremos en debate, puesto que las condiciones sociales de la época establecían de por sí esta diferencia entre géneros y considero que quizás no era competencia del sacerdote) que eran excluidos de la escuela institucional, la habían finalizado o por el contrario, habían vivido la experiencia y les había resultado gratificante. 
 
El sistema utilizado era un sistema estricto y rígido, pero a su vez inclusivo, no existía el aprobado o el suspenso, todo el mundo aprendía a pensar y esa era la clave de esta enseñanza, despertar el espíritu crítico y reflexivo de los alumnos a través de materiales distintos a los que se utilizaban en la escuela institucional, recurrió a la prensa como elemento fundamental de enseñanza y estimulo los trabajos manuales para que sus alumnos palparan directamente la auténtica realidad y la conocieran por si solos. Esta persona enseñó a sus alumnos a enfrentarse a la vida, a ser seres con voz y opinión, trató de crear seres cultos, capaces de resolver cuestiones y de producir cambios en la sociedad. Dada la dimensión social en el que estos jóvenes estaban inmersos, creía que la forma de cambiar su realidad era formar hombres llenos de saberes y conocedores de su lengua para poder, mediante su discurso, intervenir en su propia vida y en la de su comunidad. 
 
Dicho sistema otorgaba responsabilidad a cada alumno de sus propios actos, haciéndoles autónomos de sus decisiones y fomentando el espíritu participativo para que todos avanzaran al mismo ritmo. 
Aun teniendo una ideología determinada, Milani, trató de no inducir a ninguno de ellos a pensar como él, nunca pretendió catolizar a sus chicos ni infundirles su filosofía, de manera que cada uno creciera según su propia conciencia y llegara a ser la persona que quisiera.
Consiguió algo muy positivo para todos estos muchachos, que fue la participación de personas y personalidades realmente enriquecedoras, y la implicación de las familias en el ámbito escolar de los mismos. Además los motivó a conocer otros países, otras culturas, para que sus mentes siguieran creciendo y descubriendo el mundo que se hallaba a sus pies.
Tras su muerte, la escuela se cerró, pero su espíritu sigue vivo entre aquellos que desean conseguir una educación más social e inclusiva para todos/as. El resultado de su labor queda bien reflejado en el éxito que estos individuos tuvieron en la vida, siempre desde la humanidad y desde la solidaridad con los de demás.
 
Milani es un ejemplo de lo importante que es dedicarse a una atención individualizada del alumnado, dando cabida a las necesidades individuales de cada uno pero sin descuidar el espíritu de grupo, el compañerismo sin competitividad para luchar por el bien de todos. A su vez, de las alternativas que podemos encontrar para enseñar y educar a través de la realidad cotidiana de cada persona, sin que el programa sea algo que no tenga nada que ver con su mundo real, aprovechando aquello que es próximo y que despierta un especial interés por el alumno o el educando para que, por sí solo, consiga hacerse una persona libre. 
 
El sistema utilizado por este sacerdote aclama la necesidad de vincular el aprendizaje con las experiencias vitales del educando para construir algo realmente significativo que le comprometa con su sociedad aportando lo mejor de sí mismo.