Hablemos de la desigualdad y la estratificación social

La distribución de riqueza y poder siempre ha sido un gran tema de discusión. En otros tiempos, estos conceptos iban muy unidos, el que tenía dinero, tenía el poder y un gran prestigio social; por el contrario este concepto a cambiado en cierta medida, solamente, porque hay ocasiones en que no se dan a la vez. Pero podemos decir que este patrón es universal e invariable. El que posee una buena cartera tiene muchas más posibilidades de dibujar el mundo a su antojo y distribuirlo en beneficio de sus bienes, por el contrario, el que no la tiene, deberá llamar a la puerta del rico para cambiar su trabajo - tiempo por algo que echarse a la boca. 

 

La sociedad por eso, no es la misma que antes. En una sociedad industrializada se ejerce un alto individualismo y un egoísmo rotundo. Llena de prisas y ajetreos para coger el transporte que te lleva al trabajo, y así cambiar tu tiempo por dinero; hemos logrado una sociedad cada vez más intrusa de uno mismo. Las relaciones humanas se han trasformado, la vida cotidiana no tiene el mismo sentido que antes. La gente solo mira de ventanas hacia dentro sin importarte si de la ventana de enfrente se abre o no por las mañanas. Por eso mismo creo que el sistema industrial y capitalista, no solo mantiene desigualdades si no que nos desvincula del mundo real, del mundo humano, de sentir las necesidades de los demás y poder hacer algo cuando el vecino no ha podido trabajar ese día y no tiene que dar de comer a sus hijos. Esto agrava notablemente las diferencias y la desigualdad social. Desde nuestro individualismo no hacemos nada para convertir esto en una sociedad mejor. Nos alejamos de la rumana que pide limosna y nos escandalizamos cuando vemos a alguien rebuscando en la basura algo de comida. ¿Comida? Algo tan básico como es la comida… ¿ y no te parece más alucinante que haya gente que la tire? Parece ser que no….. Hay esta el tema, este es un punto importante, que la gente ha perdido el valor de las cosas importantes sólo por conseguir una mejor posición en una escala social.

 

La estructura política y económica no permitirá en ningún momento la igualdad, manteniendo un sistema de clases completamente jerárquico y cada vez más piramidal, engordando cada vez más el capital de unos cuantos.

En una sociedad así de disgregada, donde priman los intereses personales y comunes, es difícil que se haga posible una revolución contra el capitalismo, tal y como Marx creía. Es verdad que continúan dándose patrones similares a los que hubo una sociedad proletaria, pero los fines comunes son, cada día, más antepuestos. Además, con el adormecimiento al que nos tienen sometidos, es complicado hacer que despierten las mentes dormidas.

 

 Parece indicar que hemos cruzado el umbral de una nueva sociedad empeñada en “divertirse hasta la muerte”.  La sociedad está tan preocupada por su ocio y su diversión que se olvida de todo lo demás; se olvida de problemas esenciales que le rodean y que le quedan más lejos, pero que le incumben de la misma manera (por ejemplo una guerra en un país vecino). Se olvida de ser crítico ante su realidad, a la que está sometido sin hacer juicios sobre nada, literalmente, abstraído del mundo. Se come y se bebe todo lo que le chuten por vena, no mira ni el prospecto ni la receta, solo actúa en función de cómo le dictan, de cómo le dirigen; sin formularse siquiera una pregunta antes ¿estoy realmente enfermo? Calla y otorga. Importándole únicamente su disfrute.        

        

Es muy interesante la idea de establecer una sociedad meritocrática, donde todos tengamos las mismas oportunidades, y se le dé a cada uno de acuerdo con su esfuerzo, aunque a su vez, el esfuerzo es, sumamente, difícil de valorar y de medir; pero de la misma manera, este sistema no se lo puede permitir, y nunca se lo permitirá, porque quien dirige el mundo no está dispuesto a poner en peligro su prestigio social, si su riqueza ni su poder.                                                                              

 

“La lucha contra la pobreza es más un cartel propagandístico que una realidad. Según uno de los objetivos del milenio formulados en el año 200 y firmados por Koffi Annan y los 189 países a los que reunió en la ONU, se comprometieron a reducir a la mitad la pobreza mundial antes del 2015. Han pasado once años y aun sigue existiendo pobreza, y lo peor es que ha empeorado.”